Muy bien recuerdo ese día cuando mi novia María Manuela llegó a Salamanca de Portugal. Sentía mucha curiosidad por saber cómo era mi futura mujer. Para verla mejor me asomé a un balcón de la casa del doctor Olivares. Ella desgraciadamente lo sabia y al pasar por delante del balcón , con coquetería, se cubrió la cara con el abanico de plumas que llevaba en la mano. El Conde de Benavente, comprendiendo lo que estaba pasando, apartó el abanico y descubrió plenamente el rostro de mi novia.......acompańando la atrevida acción con muy oportunas palabras...Por la tarde salí sin que nadie me viera de la ciudad...y al día siguiente entré por la puerta de Zamora acompańado del cardenal de Toledo y otros nobles. El día 14 de noviembre se celebró nuestra misa de velaciones en la que los dos recibimos la bendición del arzobispo ...Después de la boda nos trasladamos pronto a Valladolid donde la gente nos acogió muy bien y nos hizo un gran recibimiento al entrar en su ciudad. Tras un ańo de matrimonio mi mujer se quedó embarazada y el 8 de julio de 1545 dio a luz a nuestro primer hijo – Carlos. Después de cuatro días del nacimiento de Carlos mi mujer falleció.... .......A los 18 ańos me quedé solo con un hijo..........
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